Ayer nos dejó un genio del rock, Lou Reed.
Este neoyorquino, nacido el 2 de marzo de 1942 en una familia judía de Brooklyn, empezó en la música apoyado por Andy Warhol, máximo exponente del pop art norteamericano, formando el grupo The Velvet. Aunque la banda se deshizo en 1970, su reputación como uno de los grupos más influyentes en la cultura underground se mantuvo intacta.
En 1972 comenzó su carrera en solitario con discos imprescindibles del rock de los 70, como ‘Transformer‘ (1972), ‘Berlin‘ (1973) y el directo ‘Rock ‘n Roll Animal‘ (1974).
A partir de los 80, se consolidó como referente de la música al tiempo que maduraba su sonido en álbums como ‘New York‘ (1989) y ‘Magic and loss‘ (1992).
En el Festival de Cine de San Sebastián del 2007 presentó la película ‘Berlin‘.
Otra faceta del mítico rockero fue la fotografía, afición que comenzó en los setenta, durante sus largas giras, y bajo las influencia, según reconocía, de Andy Warhol, Billy Linich y Wim Wenders. Rechazaba y veía con malos ojos la filosofía de la fotografía digital, no entendía que alguien pudiera disparar 200 veces para elegir sólo una imagen y presumía de que en sus disparos no habían Photoshop.
Como no, muchas de sus imágenes versan sobre Nueva York, pero también sobre el paisaje de las ciudades que visitaba tras los conciertos.
Supo rodearse de los mejores, y en sus incursiones en el mundo del cine, se junto con Ralph Gibson, gran fotógrafo profesional, para hacer un documental sobre su prima de cien años, que vivió las dos guerras mundiales y fue una importante activista.
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